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Cuando el egoĆ­smo de unos pocos se vale de la ignorancia de muchos otros

  • Foto del escritor: Juanpablo Barrantes
    Juanpablo Barrantes
  • 25 ago 2018
  • 6 Min. de lectura

Por Juanpablo Barrantes

Leader’s approachĀ 

QuĆ© tienen en comĆŗn Korea del Norte, Siria, Cuba, Nicaragua, Zimbabwe y Venezuela? La lista de atributos que tienen en comĆŗn estas naciones es tan larga como desafortunada: gobiernos populistas y totalitarios, corrupción, injusticia, inseguridad civil y jurĆ­dica, violencia, inestabilidad social y polĆ­tica, desempleo y migración inmanejables, aislamiento internacional, pobre inversión social y educativa, la lista de desgracias podrĆ­a extenderse aĆŗn mas... Al momento en el que decido escribir este artĆ­culo, la suma de las poblaciones de estas 6 naciones ronda los 110 millones de personas. Son 110 millones de razones para buscar entender, porquĆ© les toca a la mayorĆ­a de estas personas vivir de la manera en que sus gobernantes han decidido? Busco entender retando a quienes estemos dispuestos a ponernos en los zapatos de las personas con la dura realidad de habitar en uno de estos paĆ­ses. Cuando cosas tan bĆ”sicas como la pasta dental, el jabón, un cartón de huevos e inclusive el papel higiĆ©nico se vuelven artĆ­culos de lujo, inalcanzables por su escasez y altĆ­simo precio en el mercado. Cuando el salario que te pagan en un mes no cubre ni la primer semana de necesidades bĆ”sicas familiares. Cuando el acceso a servicios bĆ”sicos como electricidad, agua y salud ya no son parte la cotidianidad dentro de lo esencial que un ciudadano espera como garantĆ­a social a un precio accesible, sino que ahora han pasado a ser parte de la incertidumbre diaria y la calamidad generalizada para el grueso de una población que sufre y que asume dicho sufrimiento y el miedo como parte de su realidad nacional. Cuando tu credo, preferencia polĆ­tica, forma de pensar, preferencia sexual o idiosincrasia te puede costar la vida y la de tu familia por la intolerancia radical que te rodea y te somete con soberbia extrema. Cuando la esperanza de vida no pasa los 50 aƱos de edad, y peor aĆŗn porque desde esta edad, si tienes la suerte de vivir, lo mĆ”s probable que suceda es continuar viviendo bajo el mismo estado de miseria económica y social. EL MIEDO. Creo que todos en algĆŗn momento de nuestra vida hemos tenido pesadillas, esa clase de sueƱos que nos despiertan de repente sudando agitadamente. Alguien te asalta, o le hace daƱo a alguien que amas, alguien te persigue para hacerte daƱo y te cuesta huir. El miedo termina en el momento en que despiertas, respiras profundo y te tranquilizas. Sabiendo que todo fue un mal sueƱo, te acomodas de nuevo en tu cama y sigues durmiendo. Muchos somos afortunados, porque al menos despertamos de las pesadillas. Abdullah Kurdi sufrió en carne propia una pesadilla y aun vive los recuerdos que marcaron su vida para siempre, digamos que esta pesadilla no la experimentó como muchos de nosotros -dormido- sino que fue despierto, y por ende no le queda mĆ”s que superar el horrible efecto de su triste historia donde perdió a toda su familia. La familia Kurdi es de Siria, provenientes de Kobane, una pequeƱa ciudad en la frontera Norte con TurquĆ­a. Abdullah se casó con Rehan y juntos tuvieron 2 hijos: Ayla de 3 aƱos y Galip de 5 aƱos. Como pareja joven, estuvieron siempre preocupados por buscar un futuro mejor para ellos y sus dos hijos. Con un temor constante por la represión y el conflicto armado en su paĆ­s -consecuencia de las disputas Ć©tnico-religiosas de esta región, y de la cruenta guerra que sufre Siria desde el gobierno Dictatorial de Bashar Al-Ɓsad, tras casi cincuenta aƱos de gobernar de manera tirĆ”nica su paĆ­s luego de suceder a su padre, Hafez Al-Ɓsad-. Abdullah y su familia huyeron hacia TurquĆ­a al igual que mĆ”s de cinco millones de Sirios por consecuencia de la guerra civil en su paĆ­s. Una vez radicado en TurquĆ­a junto con su familia, dadas las duras condiciones que enfrentan como refugiados y el mal trato y desprecio Ć©tnico que reciben, decide ponerse en contacto con su hermana Teema, quien reside hace ya aƱos en Canada, con el objetivo de realizar una solicitud de asilo con apoyo privado ante las autoridades canadienses, pero dicha solicitud es rechazada por complicaciones con las solicitudes desde TurquĆ­a. Teema estaba intentando patrocinarles, incluso sus amigos y vecinos canadienses le ayudaban con fondos para depósitos bancarios, pero no pudieron conseguir sacarlos desde TurquĆ­a hacia Canada. Ella incluso les pagaba el alquiler en TurquĆ­a, pero era consiente que el trato que recibĆ­an como sirios era horrible por su condición de refugiados de guerra. Desesperado de su realidad y con el sueƱo aĆŗn de llegar a Canada para dar una vida digna a sus dos hijos, Abdullah decidió trasladarse hacia la cuidad costera de Bodrum junto con Remah, Ayla y Galip, con el fin de cruzar en bote el mar abierto hasta la Isla Griega de Kos, con la ā€œayudaā€ de traficantes de personas, tras el pago correspondiente por este servicio ilegal y arriesgado de transporte marĆ­timo. LA PESADILLA DESPIERTO. MiĆ©rcoles 2 de Septiembre de 2015, el dĆ­a en que Abdullah decide embarcarse junto con su familia en un pequeƱo y frĆ”gil bote inflable, el mar estaba agitado debido a los vientos tĆ­picos de la zona. En el bote entraron unas catorce personas, casi el doble de su capacidad. DespuĆ©s de adentrarse unos 500 metros de la costa, y con el oleaje arreciando fuertemente, el agua comenzó a colapsar el bote. A medida que aumentaba el agua, cundĆ­a el pĆ”nico. Algunos ya horrorizados se pusieron de pie y el bote volcó. Abdullah hizo su mayor esfuerzo para agarrar a su mujer y a uno de sus hijos con sus manos. Todo su descomunal esfuerzo resultó inĆŗtil. El mundo entero se estremeció por una foto que se viralizó, donde aparecĆ­a el pequeƱo Aylan en la orilla de la playa, boca abajo, ahogado. El dĆ­a de su muerte, provocada por el hundimiento de dos embarcaciones, otros cuatro menores tambiĆ©n fallecieron junto a Aylan. Entre ellos su hermano Galip, y su madre Rehan. Ninguno tenĆ­a chaleco salvavidas. Doce personas perdieron la vida cuando intentaron cruzar el mar desde la localidad turca de Bodrum rumbo a la isla griega de Kos. Abdullah, esposo y padre, logró sobrevivir al naufragio. Fue encontrado medio inconsciente y llevado al hospital cerca de Bodrum. Como seƱaló entonces, su Ćŗnico deseo consistĆ­a en regresar a Kobane, su ciudad natal, para enterrar a su mujer y a sus hijos. MĆ”s de un mes despuĆ©s de la muerte de su familia, Abdullah, acompaƱado de su hemana que habĆ­a volado desde Canada, era entrevistado por la prensa en la Fundación de Caridad Barzani, en Irak. AsĆ­ comenzaba su nueva vida. Mientras tanto, mĆ”s concienciado que nunca, Abdullah comentaba al periódico: Ā«Quiero que se ayude a los niƱos de Kobane. Estoy visitando campos de refugiadops en nombre de mis hijos. He visto todos los niƱos que sufren. No les dejarĆ© aquĆ­ sin hacer nada al respectoĀ». Teema tambiĆ©n consiguió que CanadĆ”, la tierra soƱada, les abriese las puertas a otros de sus familiares. Mohammed Kurdi (tĆ­o de Aylan y Galip), su mujer y sus cinco hijos llegaron al aeropuerto de Vancuver dispuestos a empezar de nuevo. Mohammed, barbero de profesión, empezó a trabajar en el salón de peluquerĆ­a de su hermana. Hay otra fotografĆ­a que tambiĆ©n se vitalizó, esta vez con una grata noticia en la que Muhammed sale cortando el pelo a su primer cliente canadiense, Richard Stewart -alcalde de la Cuidad donde residen ahora en Canada-. Al menos el sueƱo de Abdullah y su familia sirvió para que otros de sus familiares y compatriotas cumplieran ese ansiado sueƱo, la aƱoranza de una vida digna, en paz, la vida que todos merecemos, donde existe la garantĆ­a de un futuro para tus hijos. El factor comĆŗn de millones de personas que habitan en estos convulsos e inestables paĆ­ses es la Desesperanza, historias tan trĆ”gicas como la de Abdullah se viven a diario en el mundo, particularmente en naciones donde la desesperanza domina la cotidianidad de las personas, y muchos otros que tenemos la Bendición de no experimentar estas realidades ignoramos o nos hacemos de la vista gorda ante esta Desesperanza que viven muchos. Es hora de hacer lo que estĆ© a nuestro alcance por ayudar, por opinar, por hablar, por denunciar, por proponer un cambio a esta realidad que golpea a millones de personas.Ā 

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